R. Señor, dame tu agua viva para que nunca más
tenga sed
Señor, Tú me sondeas y me conoces.
Sabes que mi corazón anda siempre inquieto, ansioso,
anhelante...
Tengo muchas cosas, no carezco de nada.
Pero “los dioses y señores de la tierra” no me
satisfacen.
El cántaro que lleno con mis obras y mis ajetreos
cotidianos
se me antoja cada día más incapaz de saciar mi sed
de vida plena.
Recorro calles y plazas, con mi cántaro en las
manos.
No me bastan las aguas turbias y efímeras
que soy capaz de retener en él.
Como busca la cierva corrientes de agua,
así te busco yo, Dios mío.
Como tierra reseca, agostada, sin agua,
mi alma tiene sed de ti,
y espera, resistente, que tu lluvia me empape
y convierta mi desierto en vergel,
que tu torrente me inunde
y de mi seno corran ríos de agua viva.
Que tu misericordia no retarde tu Promesa, Señor,
que nuestro deseo la atraiga;
que mi vida rendida a tu Espíritu
consienta en mí la misma transformación
que obró en la samaritana;
que, dejando por fin mi cántaro,
me convierta en discípula y apóstol del Salvador.